Cuaresma 2

EL CRUCIFIJO

CORONA DE ESPINAS

Vengo otra vez ante ti, Jesús, y hoy bajo un poco los ojos del INRI a la Corona de espinas; me entero que, mientras los judíos pretenden obtener de Pilato la sentencia de crucifixión, los soldados te llevan al pretorio para divertirse a tu costa, y te ponen la corona de espinas en la cabeza, caricatura de la diadema real, un manto de púrpura en los hombros y una caña, a modo de cetro, en la mano derecha; se arrodillan ante ti y te saludan entre risotadas diciendo: “¡Salve, rey de los judíos!”. (Mt 27, 29). ¡Escena de burla y humillación! ¡Parodia de realeza y preludio de dolor!

Al impacto de los golpes con la caña, la corona se mueve y cae sobre tu frente y las púas se hunden en tu delicada piel: son mis pecados que te punzan sin piedad. Y brota tu sangre caliente que te baña y me sonroja... que siente y de mí se compadece... que oye y ve y me perdona … y viene a mi mente la música del Pregón Pascual “Felix culpa”, madre del remordimiento, fuente de redención, culpa fecunda, glorioso intercambio.

¡Oh sangre redentora! ¡locura de amor! ¡dolor sabroso! Tú me borras el dejo del vinagre que el mundo me da en el señuelo de su vano consuelo. No está bien, Señor, que yo busque regalos, cuando tu cabeza está coronada de espinas. Tú pagas con espinas mis pensamientos placenteros; no está bien que yo deje de besar las heridas de tus hermanos con el bálsamo de mis caricias... Señor, me alegraré que me dejen en el último lugar.

Félix Ramos, CP.