Segunda reflexión pascual

... mis pies."

Estos son las dos extremidades inferiores humanas para sostener el cuerpo y andar. Detengamos nuestros ojos en los pies de Cristo y meditemos en ellos según la dirección que tomaron en vida y el trato que recibieron, cuyo elenco decantamos de forma litánica: 

Pies de pastor, los que entran por la puerta en el aprisco y con sus dedos -desnudos- santifican el suelo humilde.
Pies de seguridad, que el río Jordán ciñera con las aguas de su caudal como a una presa de ancla de eternidad.
Pies firmes, los que posan sus plantas sobre los guijarros del cauce, surco de la Madre Tierra, que los recibe y acaricia.
Pies de misionero, los que vistió el polvo de los senderos de Cafarnaún, Betsaida y Corozaín, que los recibieron con amor.
Pies itinerantes, los que bañados de hierba corrían -ligeros- entre pedruscos, con el rocío o la propia sangre, tras la oveja descarriada.
Pies acariciados, los que la Magdalena bañó con sus lágrimas de amor y enjugó con sus cabellos perfumados .
Pies lavados, los que el mar de Tiberíades bañara con sus ledas ondas al morir en las orillas salpicadas de espuma blanca.
Pies ascendentes, los que escalaron el monte Tabor e hicieron temblar de amor a las rocas, que brillaban de blancura.
Pies ensangrentados, los que garrapiñados con la sangre sacada por los clavos la dieron a beber al suelo sediento.
Pies de sembrador, los que el suelo de siembra quiso endoblar, sin conseguirlo, con su escabroso piso y prepararon la tierra.
Pies universales, también los de tantos caminantes que, sin rumbo ni tino querían escapar de la muerte y que -resignados y sumisos- se fueron a la muerte sin hacer huella.

Nuestros ojos ensalzan la sangre que envuelve, moja, lava y garrapiña los pies de Cristo , que a todos nos llevan al Reino de Dios. ¡Aleluya!
                                                                   Félix Ramos Lores, c.p.

REFLEXIÓN PASCUAL

"Mirad mis manos y ....."
Fuente: cathopic.com
La palabra "mirada" empieza por (eme) como la palabra "madre", y es que las madres miran a sus hijos con atención y con benevolencia. ¡Qué ternura! ¡Qué amor! Como nos mira Dios. Como nos debemos mirar nosotros. Como debemos mirar a Cristo Resucitado. Él es el espejo de Dios.

La perfección cristiana no se fundamenta en la perfección de nuestras obras, sino en la visión de Cristo. Lo dice la Biblia en 2 Cor 3, 18: "Nosotros mirando a cara descubierta, reflejamos como en un espejo la gloria del Señor y nos vamos transformando en esa misma imagen, Cristo". El cristiano es transformado por el Espíritu en una imagen cada vez más perfecta de Dios, en Cristo.

La Palabra es espejo de Dios, y Jesús es la Palabra hecha carne. Al poner nuestra mirada en Cristo Resucitado, vamos siendo transformados de gloria en gloria, porque somos revestidos del "Hombre Nuevo" a imagen de Cristo. En él es en quien debemos poner atención.

La actitud de poner nuestra mirada en él no es como la del que pone su mirada en un cuadro que está en la pared, sino a través de la Palabra en nuestro corazón. Sea esta nuestra reflexión pascual.

Al contemplar la gloria de Dios en Cristo, somos transformados y comprendemos qué significa que estamos "en Él y Él en nosotros".

Cuando comprendemos que estamos en Jesús y Jesús en nosotros, todos los desafíos existenciales se iluminan, porque en Cristo estamos completos y perfeccionados por su Espíritu. ¡Gloria a Dios!

¡Bendito seas, Padre! Gracias por tu Palabra, que recibimos en nuestro corazón por la fe. Al meditar en ella, crecemos en gracia y conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, que vive en nosotros. 
 
                                                                          P. Félix Ramos, c.p.