¡Quién me quitara la cruz - expresión cristiana y sinónima de sufrimiento - y a las rosas las espinas! ¡Quién tornara luminosas mis noches oscuras, ciegas, sin luz! ¡Quién cambiara en cuna mi ataúd que tanto temo, a la vez que me siento lleno de cizaña y trigo, mientras vivo en esta realidad social que a veces se me antoja dura y a veces atractiva y grata!
Ante estas triples exclamaciones, íntimos requiebros de mi alma, te pido, Jesús Sacramentado, que hagas vidas sin cruces, rosas sin espinas, días sin noches, cunas sin ataúdes y trigales sin cizaña.
Jesús de Nazaret, te necesito, espero en ti y añoro tu amor e intuyo ser seducido y transformado por tu Palabra, que es Espíritu y Vida. Tengo sed de ti, Señor, y de tu Corazón, abierto por la lanza, veo salir Agua Viva. ¡Gracias!
Confío en ti, Señor …
Tu Palabra es eterna …
En Ella esperaré …
Tu Palabra es luz en mi sendero …
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