El día más santo del año para el pueblo judío es el Yom Kippur, el día de la gran expiación. También el pueblo cristiano tiene su Yom Kippur, su día de la Gran Expiación. Este día del año es el Viernes Santo. Este día, por única vez, el centro de la liturgia de la Iglesia y su momento culminante no es la Eucaristía, sino la Cruz, o sea, no el sacramento, sino el acontecimiento; no el signo, sino lo significado. Nace la adoración de la cruz. No se celebra la Misa, sino se contempla y se adora al Crucificado.
Los amores del cristianismo son cuatro: la Palabra, la Eucaristía, la Virgen María y la Cruz. HOY, Viernes Santo (el centro de la Semana Mayor) circula por nuestras calles una gracia muy especial: "Resplandece el misterio de la Cruz", así canta un memorable himno de la liturgia desde el siglo VIII.
La cruz, signo de sufrimiento, ignominia y muerte, ha pasado a evocar nuestra salvación. Dios no se ha manifestado sólo con palabras y preceptos, ha entrado de manera visible en la humanidad "en la faz de cristo" (Col 1, 26). ¡Y ese Hombre-Dios cuelga de una cruz!
La cruz es su máquina de acción . Es en la cruz donde cumple su misión suprema y se hace Mediador y Salvador. El culmen de la redención tiene en la cruz su momento culminante.
Por eso, el carisma de la Familia Pasionista es acercarse a la cruz de los "crucificados de hoy" y vivir y proclamar a Cristo Crucificado como Señor y Salvador. ¡El Resucitado!
P. Félix Ramos, C.P.