LA GRAN PROMESA
Hoy, primer viernes de mes y de año, el cuarto de los nueve meses seguidos, Sagrado Corazón, que haces en tu aparición, en la Gran Promesa a tu sierva Santa María Margarita de Alacoque, vengo ante ti, Jesús sacramentado, expuesto en la Custodia sobre el altar.
Los Magos de Oriente te encontraron con María y José. Ellos, con sed de Dios, te buscaban siguiendo el resplandor de una estrella, te vieron niño y te adoraron. Te ofrecieron sus dones : oro, incienso, mirra, que simbolizan reconocimiento y adoración. ¡Eres su Dios!
Yo te veo blanco en la Hostia Santa y te ofrezco el oro de mi existencia - libertad de seguirte por amor respondiendo a tu llamada - ; el incienso de mi oración ardiente para alabanza de tu gloria ¡eres mi Señor! y la mirra, es decir, el afecto lleno de gratitud hacia ti, verdadero Hombre, que me has amado hasta morir en la cruz por mí. ¡Eres mi Redentor!
Ahora, desde tu altar, me invitas con tu Palabra a que vaya a mis hermanos, vulnerables y enfermos. Y en ellos te vea a ti, el Hijo de Dios, Icono del Padre, Ungido por el Espíritu Santo. Ellos son más que tu imagen. Son tú mismo, tu Persona. En sus bocas me dices: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve preso y viniste a verme”.
Los Magos de Oriente te encontraron con María y José. Ellos, con sed de Dios, te buscaban siguiendo el resplandor de una estrella, te vieron niño y te adoraron. Te ofrecieron sus dones : oro, incienso, mirra, que simbolizan reconocimiento y adoración. ¡Eres su Dios!
Yo te veo blanco en la Hostia Santa y te ofrezco el oro de mi existencia - libertad de seguirte por amor respondiendo a tu llamada - ; el incienso de mi oración ardiente para alabanza de tu gloria ¡eres mi Señor! y la mirra, es decir, el afecto lleno de gratitud hacia ti, verdadero Hombre, que me has amado hasta morir en la cruz por mí. ¡Eres mi Redentor!
Ahora, desde tu altar, me invitas con tu Palabra a que vaya a mis hermanos, vulnerables y enfermos. Y en ellos te vea a ti, el Hijo de Dios, Icono del Padre, Ungido por el Espíritu Santo. Ellos son más que tu imagen. Son tú mismo, tu Persona. En sus bocas me dices: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve preso y viniste a verme”.
Yo te alabo con el corazón, yo te alabo con mi voz y si me falta la voz
yo te alabo con las manos y si me faltan las manos yo te alabo con los pies,
y si me faltan los pies yo te alabo con el alma, y si me faltara el alma
¡es que ya morí por ti!
yo te alabo con las manos y si me faltan las manos yo te alabo con los pies,
y si me faltan los pies yo te alabo con el alma, y si me faltara el alma
¡es que ya morí por ti!
P. Félix Ramos, CP.
feralo34@hotmail.com