De Navidad a Epifanía



Espiritualidad Navideña

1. El cristiano de Navidad guarda respeto al hombre, a su carne y a su espíritu, en los que el Verbo de Dios se ha encarnado:

- Respeta su cuerpo por medio de una castidad y pureza que reflejan su imagen divina, y el cuerpo de los demás, su reputación y sus opiniones.
- Cuida el cuerpo de sus hermanos enfermos, con la conciencia de prolongar así la encarnación del Señor


2. El cristiano de Navidad tiene el sentido de la lenta humanización que el Señor ha aceptado en su vida familiar y en su vida oculta.

- Hace de su vida de familia un reflejo de la vida cristiana, significativa y abierta a la Iglesia y al mundo.
- Se esfuerza en incorporarse a Cristo en su paciencia ante el lento crecimiento de la gracia en él y en los demás.
- Comparte cuanto puede la humildad del Señor en su vida oculta, sabiendo que la obra de Dios no está en los medios espectaculares o poderosos.


3. El cristiano de Navidad toma conciencia que la encarnación del Señor diviniza nuestra humanidad.

- Teme comprometer esta divinización con su intransigencia, amor propio y egoísmo.
- Se cuestiona acerca del particularismo de su ambiente o de su clase social; acerca del racismo que nos penetra principalmente por ignorancia y se trasforma en violencia al menor incidente.
- Descubre la verdadera libertad de los hijos de Dios, que es don y gratuidad en el amor.
- Condena severamente en él toda mentira, toda calumnia, todo juicio que deterioren la imagen de Dios en sus hermanos.

- Ora en verdad para que el beneficio de esta divinización se comparta entre todos los seres humanos que aun no la conocen.
- Se abre además a la práctica de los sacramentos de la Iglesia, que una repetición monótona pone en peligro olvidarla.  

                                                         P. Félix Ramos, c.p.


Foto: Omar Trejo