I : “DESPERTAD, VIGILAD”
Te canto “VEN VEN SEÑOR NO TARDES” y siento en mi corazón tu presencia. Silencias mi mente y me susurras a los oídos “Despierta”. Abro los ojos y veo que la oscuridad me envuelve... Me doy cuenta que “mi ego” se despereza… se desentumece… se abre… es iluminado. ¡Gracias!
Señor, como tú eres el protagonista del Adviento, te deseo, te necesito. Me estás despertando. ¡Qué bien me lo dice el profeta! Tu Palabra me lo repite en la liturgia. “¡Despiértate!”. Hasta las luces de la ciudad me deslumbran, parpadeantes, en las calles, en los escaparates. “¡Ponte en vela!”. ¡Gracias!
Señor, estás sacudiendo mi sopor, mi aturdimiento, estás iluminando mis sombras … ¡Te necesito … ! ¡Soy tan débil! . . . Enséñame a curar mis sentidos, a negar mi ávida curiosidad de las cosas exteriores . . . a dejar lo que me estorba … para entrar en comunicación contigo. ¡Gracias!
Jesús, protagonista del Adviento, me invitas a detenerme en silencio para captar tu presencia, me invitas a comprender que cada acontecimiento del día es una llamada que me haces, un signo de atención amorosa que tienes para mí. ¡Cuántas veces, Jesús, me haces percibir algo de tu amor!
En esta corona de Adviento que me presentas y en estas cuatro velas me abres a la esperanza, a la alegría, a la misericordia, al amor. ¡Bendíceme! Sé que tu bendición hace que que tengas tus manos extendidas hacia mí. Esta es la razón permanente de mi alegría. ¡Gracias!
Señor, estás sacudiendo mi sopor, mi aturdimiento, estás iluminando mis sombras … ¡Te necesito … ! ¡Soy tan débil! . . . Enséñame a curar mis sentidos, a negar mi ávida curiosidad de las cosas exteriores . . . a dejar lo que me estorba … para entrar en comunicación contigo. ¡Gracias!
Jesús, protagonista del Adviento, me invitas a detenerme en silencio para captar tu presencia, me invitas a comprender que cada acontecimiento del día es una llamada que me haces, un signo de atención amorosa que tienes para mí. ¡Cuántas veces, Jesús, me haces percibir algo de tu amor!
En esta corona de Adviento que me presentas y en estas cuatro velas me abres a la esperanza, a la alegría, a la misericordia, al amor. ¡Bendíceme! Sé que tu bendición hace que que tengas tus manos extendidas hacia mí. Esta es la razón permanente de mi alegría. ¡Gracias!
P. Félix Ramos, c.p.