LA GRAN PROMESA
FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN
¡Jesús Sacramentado! Hoy, el primer viernes de junio, dedicado al Sagrado Corazón, el último de los nueve meses seguidos que vengo haciendo, me metes en tu Gran Promesa. Eres tú quien desea hospedarme en tu casa (Corazón), para hacerme criatura nueva. Huele a primavera.
La imagen es bíblica, la pregona el apóstol San Pablo: “Sois plantación del Padre” (1 Cor 3, 9), y yo siento en mí su desarrollo a modo de símil del árbol, símbolo de la vida; la transfiero al árbol de la cruz (Ap 22, 2.14), su fruto comunica la inmortalidad (Gn 2, 9) y la vivo interna y espiritualmente en cuatro movimientos estacionales: hojas amarillentas en otoño, poda incluida en invierno, trajes nuevos en primavera y galardón en verano.
¡Oh Sagrado Corazón! tu gracia se mueve en mí de arriba hacia abajo, desde las hojas hasta la raíz, y me estremezco, como el Amado estremece a la Amada en el Cantar de los cantares; o a la inversa, como dice el profeta Isaías del Siervo Sufriente: “Desde la planta del pie a la cabeza” (Is 1, 6), y me visto de ti.
¡Oh Jesús Sacramentado! te alabo y te bendigo, porque levantas mis hojas caídas, desde el suelo hasta la copa en inmensa eclosión primaveral, y me das el dulce galardón, fruto eternal en premiación. Paso del “yo” al “nosotros” y confieso que nuestras raíces son sanadas y nuestra arboleda arborizada; la Iglesia está en marcha. Oramos y cantamos. ¡Aleluya de resurrección! ¡Pan vivo bajado del cielo!
¡Seas por siempre bendita y alabada!
P. Félix Ramos, CP.
feralo34@hotmail.com