LA GRAN PROMESA
Jesús Sacramentado, hoy, primer viernes de mayo, el 8º de los nueve meses seguidos que me meten en tu Gran Promesa, vengo a tu Sagrado Corazón con mucha alegría y contento, porque has aclarado mis dudas y has iluminado mi mente. Tu Palabra del mes pasado me hace verte vivo y expuesto en la Hostia Santa como en un retablo medieval de cinco carreras.
Jesús Sacramentado, brillas en la del medio como en el Pentateuco bíblico de tu Palabra (Torá=Ley) y en el Pentateuco sálmico de los cinco libros de los Salmos. Más aún, me hablas en el Pentateuco evangélico de tus cinco largos discursos de san Mateo, y, sobre todo, en el Pentateuco sangriento de tus Cinco Llagas Gloriosas en la Cruz.
Ante ti, Santísimo Sacramento, me quedo en silencio contemplativo de los Pentateucos que son tus espejos en los que te asomas. Son tus credenciales, tus reflejos, tu Presencia. Te has esculpido en el cincel del tallista, en la escritura del autor sagrado y en la palabra de tu Ministro. Te haces confidente en la fe del orante y ardes en las llamas del Espíritu en Pentecostés y te espejas en cada hombre y mujer, y con el Amado te desposas …
Con tu Palabra me recreas al inmolarte …
me vivificas cuando te la creo …
y me santificas cuando te consagro …
P. Félix Ramos, CP
feralo34@hotmail.com