Al alba es la primera luz del sol. Contemplamos la imagen de Jesús Resucitado -todo luz- saliendo de la tumba en el icono de la resurrección, prodigio del pincel, e impactados por la blancura del cuerpo, detenemos la vista con gusto en él y le contemplamos con los ojos de la fe:
* Cuerpo blanco, como blanco está el cielo "al alba" antes de que el sol apunte con su nimbo luminoso.
* Cuerpo blanco, como "albor de aurora" dado a nuestra vista, hecha alborada de la muerte, porche del día eterno.
* Cuerpo blanco, como "la nube" que en columna guiaba al pueblo judío a través del desierto, mientras el día duraba.
* Cuerpo blanco, como "la nieve" de las cumbres, ceñidas por el cielo, donde el sol reverbera sin estorbo.
* Cuerpo blanco, que es "cumbre de la vida", donde resbalan aguas cristalinas, espejo claro de la luz celeste.
* Cuerpo blanco, como "cima altísima" que cual luna anuncia el alba a los que andan perdidos.
Concluimos nuestra breve reflexión pascual con tres versos que, en doble forma estilística de dicción -paralelismo y quiasmo- , decantan una epifonema teologal, corolario de lo contemplado, que nos sirve de jaculatoria durante el día:
"¡Así tu cuerpo níveo, que es cima de humanidad
y manantial de ríos,
en nuestra noche anuncia eterno albor!"
P. Félix Ramos, C.P.