ORACIÓN

Cuarta Semana de Pascua

EL RESUCITADO
“A QUIEN PERDONÉIS LOS PECADOS ...”



Huele a perdón. Sí, Jesús. En este conjunto escultórico del retablo de la iglesia Santa María Goretti “hueles” a perdón. Estás vivo por el arte de la gubia del piadoso escultor, miras y provocas la escena esculpida. En el aroma de los dos lirios, el de la virginidad y el de la gracia, que la joven Marietta frece al agresor arrepentido, va el perfume de tu perdón.

El olfato es el único de los cinco sentidos que no participó en el pecado de los orígenes, tiene su propia nobleza al servicio del alma. Por eso tú, Jesús, abundas “en el amor del Señor” (Is 11, 3). El olfato no se ve, pero se siente. Es como tu Espíritu. Marca un papel fundamental en la esfera afectiva y emocional. Y siempre en referencia a la mujer.

En el jardín encantado del Cantar de los Cantares, la Amada está en un campo de lirios inhalando aromas de nardo y áloe que le ofrece su Amado. En el libro del Eclesiástico oímos hablar a la Sabiduría personificada, que construye el santuario con aromas de toda especie (Eclo 24, 15). En Betania, María, la hermana de Marta, rocía tus pies, Jesús, con una libra de olor a nardo auténtico. En la casa de Simón, el fariseo, otra mujer unge, Jesús, con perfume especial en agradecimiento.

Te veo, Cristo, como lirio del valle del dolor, entre cardos, regado con lágrimas de los hijos de Adán, y convertido en blanco lirio que recoges el rocío del cielo y nos lo escancias en perfumes de perdón. Cristo resucitado, te proclamo como rosa perfumada, flor de la nueva creación, con cinco pétalos - llagas escondidas en el pecho - que forman el oloroso cáliz de tu henchido corazón que destila el aroma del amor. ¡Aleluya!

P. Félix Ramos, CP.

feralo34@hotmail.com
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Tercera semana de pascua

EL RESUCITADO

“LE RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN”


Jesús resucitado, confieso que te me muestras cada día bajo las especies de pan y vino, en tu Palabra, con los nombres de fracción del pan, acción de gracias, pan de ángeles, Sacramento del altar. Nombres de gran calado teológico, surgidos de las páginas bíblicas. Te pido me dejes comer con hambre este pan y establecer una resuelta y radical analogía entre el sacramento de la comunión eucarística y la lectura de la Palabra: las dos son comida.

Para mí, Señor Jesús, esta bibliofagia, acto simbólico sugerido en tus profetas Jeremías, Ezequiel y Apocalipsis, en la Escritura, y esta teofagia eucarística en la liturgia, decantan - plásticamente - comida que quema, amor que es hambre, hambre de la Palabra que se hace carne, carne de inmortalidad que se hace vida, vida sin saciarse que se hace divina.

Jesús Maestro, el libro vivo de tu cuerpo, la hostia y el crucifijo son tales que obligan a devorarlos, me convierten en carne de tu carne, y el que la come, si a la vez está de verdad vivo, revive con esta tu comida de resurrección.

Te doy gracias, Jesús, porque te veo dándole agua a mi sed, peces a mi red, trigo a mi tierra, Pan a mis ganas de comer. Hoy consagro el Pan que multiplicas y compartes invitando a todos a tu doble mesa… Y me quedo extasiado ante el Misterio… ¡Ambos abrazados en banquete nupcial! ¡Apasionados y eucaristizados! Hoy la Pasión es Pascua! ¡Aleluya es nuestro canto!

Félix Ramos, c.p.
feralo3@hotmail.com
 

 

Segunda semana de Pascua

  EL RESUCITADO
 

 “ID A GALILEA...AHÍ ME VERÉIS”


Toda la semana, Jesús mío, ha estado resonando en mis oídos que mi vida cristiana pasa por dar de comer al que tiene hambre, visitar a los enfermos, especialmente a los que sufren por esta pandemia del covid-19. En ellos, en cada hermano que visito, encuentro tu carne, tu cuerpo, te encuentro a ti.

¡Qué calado alcanza mi meditación cuando voy descubriendo que eres tú, Jesús, quien te pones a mi lado y mendigas mi ayuda! Quiero vaciarme de mí mismo y llenarme de tu misericordia para ponerme todo entero a disposición de quien encuentro con necesidad.

Te colocaste, Cristo resucitado, a la puerta del reino de la muerte, y tu silencio en la tumba es un Sí por el que, los que creemos en ti, al ser tocados por tu cuerpo en la eucaristía, volvemos a la vida, a Galilea, a escucharte decir: “Tuve hambre y me disteis de comer …” (Mt 25, 35). De ahí que tu cruz, antaño féretro, es ahora cuna de resurrección. Tu silencio en la tumba es un fuerte Sí - Palabra eterna - que lleva vida, resurrección, cielo.

Confieso, Cristo mío, que tú, Palabra encarnada, viviste con nosotros e hiciste de nuestras carnes pecadoras cuerpos espiritualizados (solidarios) que habiten el cielo para siempre. Confieso, además, con orgullo que tu muerte en la cruz es prenda de la resurrección de nuestros cuerpos. ¡Aleluya!

P. Félix Ramos, c.p.

feralo34@hotmail.com

 



 

Primera Semana de Pascua

EL RESUCITADO
“¡NO ESTÁ AQUÍ!”

Jesús, hoy vengo a ti muy contento. Después de haberte contemplado durante la cuaresma en el Cristo de mi habitación del pintor sevillano Diego de Velázquez con mirada atenta en el INRI, sentencia de tu injusta condena; en la corona de espinas, instrumento de burla y humillación; en tu cabeza inclinada y obediente; en tus ojos velados y sin luz; y en tus manos - taladradas - apretando sendos clavos y derramando sangre, … ahora en estas semanas pascuales quiero contemplarte - como Protagonista - en el Cristo del retablo del conjunto escultórico de mi parroquia “Santa María Goretti”, del artista gallego Suso de Marcos, hipocorístico de Jesús López García, malagueño por adopción.

Jesús, te veo - transfigurado en la cruz - , sin el INRI de la sentencia, sin la corona de espinas de burla y humillación, sin heridas, sin sangre, sin hechos de muerte… Por el contrario, estás erguido, sin gravedad, como aéreo, con la cabeza levantada, de frente como en camino, con los ojos abiertos hacia la escena del perdón que la agredida adolescente ofrece a su agresor. Has asumido los hechos de muerte guardándolos en tu corazón y los has cambiado en hechos de vida en virtud de tu amor. Te felicito. ¡Feliz intercambio!

Te doy gracias, Jesús, porque moviste al piadoso escultor a esculpir tu misericordia y perdón … y siento en mi interior, Jesús mío, que me haces una clara invitación a pasar de la contemplación a la acción. Que no te busque “entre los muertos”. Que vaya a Galilea, lugar del mundo - herido y vulnerable - , donde practique en mis hermanos las obras de misericordia, que son actos de resurrección. Jesús transfigurado, concédeme la gracia de desear que los demás sean más estimados que yo. ¡Aleluya!

P. Félix Ramos, CP.
feralo34@hotmail.com