ORACIÓN

Abriendo la puerta de la Semana Santa 2017


Abrimos la Semana Santa con la meditación de un amigo de Santa María Goretti, el P. Luis A. Marco Sus, C.P. ahora Párroco de Santa Gema y Consiliario de la Cofradía de la Exaltación de la Santa Cruz en su parroquia.
“Me amó y dio su vida por mí” 
(Ga 2,20)

PREGÓN PASCUAL 2017

Aquí, bajo la mirada maternal de la Virgen del Pilar, Zaragoza abre su corazón a la SEMANA SANTA.

O como decía hace veinte años en su pregón, Paloma Gómez Borrero, “donde las torres de la Basílica del Pilar se asoman al cielo”... Aquí comienza la Semana Santa.

Es, sin duda, una “semana especial”, en todos los sentidos.

Semana Santa de Zaragoza que, por su historia y tradición, y por el buen hacer del mundo cofrade, está reconocida como de interés turístico internacional. Honor que fue concedido a Zaragoza, siendo presidente de la Junta Coordinadora de Cofradías, D. Juan Murillo, fallecido de forma inesperada y a quien hoy también recordamos con cariño.


Saludo y agradezco al Ayuntamiento de nuestra ciudad y a sus representantes, señor Alcalde y Concejales, la acogida una vez más en esta Plaza del Pilar para celebrar este Pregón, inicio de esta Semana Santa y acontecimiento único y singular, por la belleza cultural y religiosa que esta supone.

Del mismo modo saludo al señor Presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, especialmente en este 175 aniversario de la titularidad de Santa Isabel de Portugal, centro de la Semana Santa de hoy.

Esta semana, llamada la Semana Grande de nuestra fe, hunde sus raíces en el auténtico protagonista: Jesucristo, el Hijo de Dios, que murió en la Cruz y vive resucitado para siempre en el cielo.

¿Quién mejor para presentarnos a Jesús, que su madre, María de Nazaret?...

Ella le dio a luz al mundo. Ella le educó junto a José, su esposo. En su familia, aprendió el valor del trabajo, del silencio y la palabra, del amor y la oración, de la paz y la verdad. En su humilde hogar de Nazaret fue descubriendo quién era y cual había de ser su Misión. Así, tras su “vida oculta” en Nazaret, salió de su casa, para anunciar el Evangelio del Reino de Dios. Con una madurez total, iluminó al hombre de ayer, de hoy y de mañana desde el amor misericordioso de Dios-Padre. Después de “pasar por este mundo haciendo el bien”... fue condenado y muerto en Cruz, para resucitar a una vida que no tiene fin.

Con María, siempre a su lado, y al pie de la Cruz, el discípulo Juan y todos nosotros en él, recibimos a la Virgen, Madre de Jesús, como nuestra Madre.

Esta mujer, que nunca había perdido la esperanza, y que aguantó el trance del dolor, quedó llena de alegría en la mañana de Pascua. La primavera había explotado a una vida llena de luz, de color, de alegría sin fin. Jesús, el Hijo de sus entrañas, el Hijo de Dios: Resucitó.

Y resucitando, disipó el miedo de sus discípulos, y se animó su corazón y retomaron nuevas energías para ser testigos de su amor, hasta los confines del mundo.

María, también les acompañó en la espera de Pentecostés, para recibir los dones del Espíritu Santo, el viento de Dios.

Por este motivo, la Semana Santa, ha sido y es tan importante: porque, resucitó el Señor. Y porque resucitó, celebramos y hacemos fiesta en Semana Santa, y recordamos... haciendo “Memoria”, para revivir y nunca olvidar los misterios, los acontecimientos más importantes de los últimos días de Jesús de Nazaret, entre nosotros.

Resucitó y vive en la fe callada y enamorada de tantos hombres y mujeres de nuestro mundo. Resucitó y vive en la multitud de peregrinos que acude cada día al Pilar. Resucitó y vive en tantos hombres y mujeres que hacen el bien y se esfuerzan por construir un mundo mejor y más solidario, sin muros, sin diferencias, porque todos tenemos la misma dignidad y los mismos derechos.

“El Resucitado –dice el Plan de Pastoral de nuestra diócesis de Zaragoza– es la fuente y la raíz de nuestra esperanza, es la esperanza del discípulo. ...Cuando amenaza el cansancio, el pesimismo, el fatalismo o la desconfianza, cuando creemos que nada puede cambiar, recordemos que Jesucristo vive; su amor ha vencido al pecado y a la muerte. Su resurrección no es algo del pasado, ni ha sido en vano; entraña una fuerza de vida que nada ni nadie nos puede arrebatar. En cada campo arrasado, –y termino la cita– al final aparece, de nuevo, la vida, invencible”.

Resucitó, este es el anuncio de la Pascua; resucitó y vive en la Iglesia, que no quiere ser otra cosa que “sal y luz” en nuestra sociedad.

Porque ser Iglesia es ser ´Pueblo de Dios´, imagen en la que incide especialmente la exhortación del Papa Francisco, Evangelii gaudium.

Porque “ser Iglesia –dice también el Plan de Pastoral–, es ser ´Cuerpo de Cristo´, unidos eucarísticamente a Él, un cuerpo partido y entregado por todos, solidario con los cuerpos rotos de Cristo en tantos crucificados de la historia. Ser luz, como nos dijo, significa obrar de tal modo que quien vea nuestras obras glorifique a Dios, nuestro Padre. En última instancia, la vida y la misión de la Iglesia no es otra cosa, que comunicar a Cristo, unir a los hombres, a cada hombre y mujer, a los pueblos, en Cristo y a Cristo”.

Zaragoza, su Semana Santa, debe ser expresión sincera de la fe de un pueblo que cree, de una ciudad generosa y hospitalaria. La Semana Santa es como ese manantial de agua que trae el Ebro y que es un caudal de gracia y libertad, que llega hasta el mar de nuestros mejores sueños, ilusiones, y deseos más profundos, que nos une a todos, hombres y mujeres, como verdaderos ciudadanos y hermanos de una tierra común.

La Semana Santa que inauguramos hoy, unidos a la Iglesia universal que preside el Papa Francisco en Roma, y que nos disponemos a celebrar en comunión con nuestra Iglesia de Zaragoza, que pastorea D. Vicente, nuestro obispo, (a quien saludo con especial afecto) es una oportunidad para todos los que estamos hoy aquí, para todos los que veréis alguna procesión, de las cincuenta que desfilarán por nuestras calles y plazas, con ese ritmo pausado y solemne. Una oportunidad para vivir con intensidad la Pascua del Señor.

Pascua, significa “paso”: el paso de Dios por la historia de la humanidad, el paso de Dios en la vida de cada hombre y de cada mujer, que descubre en su corazón, la verdad que llena de sentido nuestro ser y nuestro obrar.

La Semana Santa, es una nueva oportunidad, porque el Señor, volverá a “pasar” ante nuestros ojos... y su “paso”, es la ocasión privilegiada para que abramos nuestro corazón y nos acerquemos a Él como el Cirineo caritativo, como la Verónica valiente, o el ladrón arrepentido, que confiesa su fe ante el Señor en la Cruz.

Nuestras procesiones de Zaragoza han sido preparadas con mucho tiempo, con mucho esfuerzo, para dar sabor y olor, para ver y escuchar, a las veinticinco cofradías de la ciudad que, acompañando cada “paso” del Señor o de la Virgen, en silencio o musicalizando nuestro caminar, rezando el rosario o portando una vela, expresan la piedad y la tradición.

Las procesiones son expresión cultural de nuestro pueblo. Una tradición que se remonta, en Zaragoza, al siglo XIII con la pequeña procesión de la Orden Tercera de San Francisco de Asís.

Su heredera es la procesión del santo Entierro que, salvando algunas dificultades, se ha encargado de organizar la Hermandad de la Sangre de Cristo, y que en este año llega al 400 aniversario.

El año 1935 supone el renacimiento de la Semana Santa de Zaragoza: los terceroles, labradores y ganaderos de sus alrededores, acuden año tras año a la Iglesia de Santa Isabel de Portugal y, bajo la dirección de la Sangre de Cristo, colaboran en la Procesión del Santo Entierro.

En 1937 se crea la primera Cofradía de la Semana Santa de Zaragoza, que organiza su propia procesión independiente. Y así, cada primavera, se fueron creando nuevas Cofradías hasta llegar, en este año 2017, a la Cofradía número veinticinco.

En 1940 se incorpora el tambor del Bajo Aragón a la Semana Santa de Zaragoza. Es así que tambores y bombos resuenan de forma única en toda nuestra geografía de Aragón. Cornetas y timbales, carracas y matracas, y el canto de la jota con el redoble del tambor se hace oración. Son la muestra del tesón y el trabajo, de la generosidad y la intensa preparación, especialmente de muchos jóvenes que quieren, al mismo tiempo que expresan y celebran su fe, ofrecer un espectáculo único que centre nuestra atención en Cristo.

Ese Cristo que mañana, Domingo de Ramos, contemplaremos con la Cofradía de la Entrada, triunfante en Jerusalén, aclamado especialmente por los niños. Al que reconoceremos como verdaderamente es: el Nazareno, siguiendo a la Cofradía de dicho nombre. Al que descubriremos, con la Cofradía de la Humildad, como el gran tesoro de la vida.

El Miércoles Santo las Cofradías del Ecce Homo, de la Humillación y de la Dolorosa, nos presentarán al Hombre Jesús. Se estrenará la Cofradía de san Lamberto. Pero sobre todo nos conmoverá hasta la médula de nuestros sentidos, el encuentro del Cristo del Calvario con La Dolorosa en la plaza del Pilar.

El Jueves Santo, con las Cofradías de La Exaltación, La Columna, La Verónica, la Crucifixión, Cristo Despojado, el Silencio, la Oración del Huerto, la Coronación de espinas, el Descendimiento, el Prendimiento y la Llegada, nos recogerán para valorar la Pasión, la “obra más grande del amor de Dios” y poder así celebrarla en la Eucaristía, en el cenáculo de nuestras comunidades cristianas que se entregarán en la caridad. La Cofradía de la Eucaristía nos invitará a dirigir nuestra mirada al Misterio de la Fe, al Sacramento de la Salvación.

El Viernes Santo, la Cofradía de la Piedad nos emocionará. Escucharemos, con la Cofradía que lleva su nombre, las últimas Siete Palabras de Jesús en la Cruz: un testamento que inundará nuestro corazón que busca más amor y que necesita más consuelo, que saciará la sed de las preguntas y la respuesta del silencio.

La Sangre de Cristo, marcará la peculiaridad de nuestra Semana Santa Zaragozana, al aunar a todas las Cofradías en un Vía Crucis en la Procesión del Santo Entierro. Haremos presentes todos los momentos representativos de la Pasión y veneraremos al Santo Cristo de la Cama. Un caminar unidos con el Señor, unidos en la fuerza de la fe que nos hace solidarios en el dolor, en la muerte de tanta humanidad; un caminar unidos al Señor que nos ofrece su paz.

El Sábado Santo, día del silencio, Las Esclavas visitarán el sepulcro con una campanilla de suave sonido. No querrán romper la espera gloriosa de la mañana de Pascua para descubrir, el Domingo de Pascua, la piedra movida, la tumba vacía y a la Cofradía de la Resurrección felicitándonos por la Vida nueva.

Vosotros, hermanos y hermanas cofrades (permitidme un saludo especial a la Junta Coordinadora de Cofradías presidida por D. Mariano Julve y a todos los Hermanos Mayores, con especial mención a la Hermana Mayor de la Exaltación de la Santa Cruz, Dª Charo Luna).

Vosotros, unos 17.000 hermanos y hermanas cofrades de Zaragoza, (unidos a los más de dos millones de todos nuestros pueblos y ciudades), vosotros sois durante esta Semana Santa, de forma anónima, mensajeros del Amor más auténtico que podemos recibir. De un amor sin límites, gratuito, un amor extremo: hasta dar la vida.

Vosotros hermanos y hermanas cofrades, debéis ser también, desde el Domingo de Ramos, en la Semana Santa, y sumergidos en la Pascua, durante todo el año, los portadores de la Voz de Cristo, los buenos samaritanos de su amor.

Vosotros, hermanos y hermanas cofrades, debéis ser, en vuestra vida ordinaria, en el trabajo y en el estudio, con vuestra palabra, con vuestro corazón y vuestro ser, los discípulos que salen animosos para que nunca se apague la Luz: la Buena Noticia de la Pascua, de la Vida resucitada del Señor.

Porque Cristo sigue sufriendo hoy su Pasión... en el enfermo, en el anciano que vive en soledad, en la familia que no tiene trabajo, en el joven roto por la droga o el desamor, en el niño explotado, en el hermano migrante que nos pide acogida, en el pobre que pasa hambre, en cada hombre o mujer que clama en su dolor.

Vosotros, hermanos y hermanas cofrades, seguiréis siendo aún más creíbles, cuando en vuestras reuniones y asambleas, la caridad y el ejercicio de la misma, sea un debate permanente y abierto. No desatendáis nunca vuestras obras sociales, que son como el “horno caliente” donde se amasa el pan, de vuestras organizaciones: en el Refugio o en el Carmen, en el Banco de alimentos, Ozanam, Entreculturas, Oscus, Donantes de Sangre, en el trabajo para la escolarización de niños, en la inserción de personas con dificultad, en la visita a enfermos, en las Cáritas parroquiales y múltiples iniciativas en otras entidades y asociaciones, donde centenares de voluntarios formáis una red de asistencia, que es como esa procesión viva, que comparte vida y esperanza y que sigue siendo “paso” de Dios en medio de la Semana Santa de los hombres y mujeres que siguen sufriendo hoy.

Vosotros sois, hermanos y hermanas cofrades, en esta Semana Santa expresión pública de nuestra fe. Vivid siempre muy unidos a toda la Iglesia y a sus pastores, para que juntos seamos instrumentos más eficaces.

Vosotros, hermanos y hermanas cofrades, mostráis a la ciudad, los acontecimientos pascuales de nuestro Señor, sois una catequesis viva... Por eso, no descuidéis tampoco vuestra formación, para saber dar razón de nuestra esperanza.

Los jóvenes, por tanto especialmente los jóvenes de todas las cofradías y de toda la ciudad, estáis convocados por el Papa, en el Sínodo del 2018 dedicado a la fe y la juventud, a dar vuestra palabra. Quiere Francisco escuchar vuestras voces, vuestras ilusiones y vuestras dudas, vuestros sueños y esperanzas para que los participantes en tan magna reunión, pisen vuestra misma tierra.

Zaragoza es una ciudad bella, noble, de gran corazón. Y puede ser en la Semana Santa, como una de esas ciudades que describe el Papa en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium que citábamos al principio: “Necesitamos reconocer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas. La presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, desvelada. Dios no se oculta, dice el Papa, a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa” (EG 71).

Zaragoza, amigos, reclama, con la Semana Santa, a todos los bautizados y a todos los hombres y mujeres que nos quieran escuchar, que la Paz, la Justicia, la Vida, la Verdad y el Amor, son valores humanos que nacen del costado abierto de Jesús en la Cruz. Y son valores divinos, sagrados, que todos debemos cuidar.

Finalmente... os invito a todos, a mirar al Señor Exaltado en la Cruz, (cómo recuerdo ya desde niño la procesión de la Exaltación del Santo Cristo de mi pueblo, Las Pedrosas): Os invito a mirar al que pende en el árbol de la vida, que nos ama intensamente, que nos ama con pasión, con un amor difícil de expresar y difícil de describir. Con un amor libre, unido al Padre amoroso y al Espíritu de la Vida. Unido también al cariño maternal de una Madre que le enseñó a decir “sí” sin condiciones para expresar que la única condición de su amor, es el mismo amor.

Esos brazos abiertos en la cruz son la disponibilidad para abrazar a todos los hombres que son atraídos por la fuerza de la cruz. Lo decía el mismo Jesús, “cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a muchos hacia mí”.

El hombre orilla su agresividad mirando la cruz; perdona, mirando la cruz; aguanta, mirando la cruz; vive su dolor, mirando a la cruz... Y mientras mira a la cruz comprende que Dios ha bajado a la noche del dolor y también al odio humano. Para quienes son atraídos desde la altura de la cruz, ésta se convierte en invencible fuerza de Dios. Una fuerza que, a la vez, es sabiduría de Dios, es el triunfo Jesús.

El mayor regalo que Jesucristo nos ofrece desde la Cruz es su perdón: para ti y para mí, para todos y cada uno de nosotros, para nuestra Iglesia, para nuestro mundo, para toda la humanidad... Un perdón cargado de misericordia, de ternura, de comprensión a todos y para todos. Nadie queda excluido de su mirada, de su amor, de su misericordia.

Algunos niños de mi Parroquia al preguntarles qué era para ellos la Semana Santa me decían: “es un tiempo para recordar a Jesús”, “es un tiempo para meditar”, “es un tiempo para rezar más”, “tendré vacaciones”, “iré a las procesiones”...

Retomemos la invitación de estos niños en los que resuena la voz de todos los niños que se incorporan a nuestras Cofradías y que no por ser más ingenua es menos interesante e importante.

No lo olvidéis nunca: Cristo en su Pasión y en la Cruz, con su muerte, nos dice a todos y especialmente a los que le seguimos: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”.

Gracias a todos. Muchas gracias.

Disfrutemos estos días de Zaragoza, convertida en la ciudad de Jerusalén.

¡Feliz Semana Santa!

¡Feliz Pascua de Resurrección!